Una historia creada por sobreanimales.com

Paco era un pequeño loro gris africano que había aprendido a decir “Te quiero, Ana” con la voz exacta de su dueña, Ana, una joven que lo había rescatado cuando era apenas un polluelo asustado y débil.
Compartían cada momento: desayunos, música, juegos y hasta largas conversaciones frente a la ventana.
Las palabras de Paco eran la banda sonora de su hogar feliz.
Pero un día, Ana no regresó.
Paco la esperó. Primero, la llamó desde la puerta. Luego, desde la ventana. Finalmente, desde cada rincón de la casa vacía.
–Te quiero, Ana.
Lo decía una y otra vez, con la voz que ella le había enseñado, como si de repetirlo bastante, Ana pudiera oírlo y regresar.
Las semanas se convirtieron en meses.
La comida escaseaba. El polvo cubría los muebles. La casa estaba en silencio… salvo por aquella voz que no era suya, pero que ya era parte de él.
Un día, una vecina, la señora Luisa, preocupada por la ausencia de Ana, decidió entrar. Lo que encontró fue conmovedor: un loro flaco, triste, mirando hacia la puerta y repitiendo:
–Te quiero, Ana.
Luisa lo llevó consigo. Le dio comida, cuidados y una jaula limpia. Pero Paco no volvió a cantar. No aprendió nuevas palabras. Solo repetía aquella frase, una y otra vez, como si fuera lo único que lo mantenía con vida.
El veterinario dijo que físicamente estaba bien… pero emocionalmente estaba roto.
Un nuevo rostro, una vieja memoria
Pasaron dos años.
Un día, Luisa recibió la visita de una joven veterinaria voluntaria llamada Lucía, quien ofrecía ayuda para animales rescatados. Apenas entró a la sala, Paco la observó con ojos brillantes, y por primera vez en mucho tiempo, su postura cambió.
Lucía se le acercó y, con una voz suave, le dijo:
—Hola, pequeño. ¿Cómo estás?
Paco se agitó levemente, parpadeó con fuerza y pronunció, como un suspiro:
–¿Ana?
Lucía se detuvo.
—¿Dijiste… Ana?
Intrigada por la historia, Lucía decidió investigar. Preguntó en la comunidad, en hospitales y en refugios… hasta que encontró la verdad.
Ana había tenido un accidente. Estuvo en coma. Había sobrevivido, pero con secuelas: su memoria estaba fragmentada.
El reencuentro inesperado
Lucía organizó un reencuentro.
Ana estaba nerviosa. No recordaba mucho de su vida antes del accidente, pero algo en su corazón latía con fuerza al ver al pequeño loro.
Cuando Paco la vio, abrió sus alas y soltó un sonido que no emitía desde hacía años. Y con la voz que una vez ella le enseñó, dijo con amor y esperanza:
–¡Te quiero, Ana!
Ana cayó de rodillas. Lágrimas llenaron sus ojos. No entendía del todo por qué… pero sintió que había vuelto a casa.
Un nuevo comienzo para ambos
Desde aquel día, Paco y Ana comenzaron una nueva vida.
Él le ayudó a recordar. A sanar. A sonreír.
Ella le devolvió la alegría, el canto, y el sentido a esas palabras que alguna vez resonaron en la soledad.
📚 Final:
Creado por sobreanimales.com
Una historia sobre el amor que espera, la memoria que resiste y los lazos eternos entre un ser humano y su ave compañera.
Porque el verdadero amor… nunca se olvida.